sábado, 9 de julio de 2016

UN SABIO ANDALUSÍ



El gran Almutamid de Córdoba dejó una buena cantidad de proverbios durante el califato de Abderramán III. Los estudiosos de la filosofía de la época han omitido sus escritos en el ranking de los señeros por su cercanía a los libros de autoayuda (de derecha a izquierda) y la complejidad de su ontología de andar por casa, pero yo he pasado noches muy buenas cantando esos proverbios en karaoke. Aquí tenéis una primera entrega.

 Miraremos pasmados el vuelo del gorrión sobre nuestras cabezas, pero el guerrero sabio no abrirá mucho la boca.

Desconfía del contento de tu mujer. En la batalla, todo lo que venga silbando es malo.

Es dulce el tesoro de los amigos, pero también es dulce el tuyo. Cambiad las cerraduras de vez en cuando.

Sueña la gacela con pestañas más largas. El león, con gacelas de piernas más cortas.

Bebe de las fuentes de la sabiduría y de la tradición, pero déjate de tonterías en el desierto.

A los ojos de la mujer buena, el marido es incomparable, pero éste le regalará una yegua.

El ratoncillo de campo se maravillará de la flor silvestre, pero el halcón tiene una visión más general.

Admirarás las virtudes de tu esposa, pero no te probarás su ropa.

Respetarás las arrugas de los ancianos e imitarás sus costumbres, pero en el combate te moverás algo más rápido.

Honra a tus suegros, pero engrasa el puente levadizo.

El rayo fulmina por igual a guerreros y a árboles, pero tu mujer se reirá más en tu caso.

Si arrojas una gallina desde la almena, planeará. Si arrojas una bolsa de oro, planeará tu mujer.

Oirás con valentía el tambor del enemigo en la distancia. Si oyes más tambores, ya puedes hacer lo que creas más conveniente...

La mansedumbre es virtud divina, pero no llores cuando pregunten por el señor del castillo y salga tu mujer.

Caballo comprado en mayo, verano de relinchos, pero la trucha no tendrá nunca una sartén en su casa.

Si mandas a tus siervos a plantar arroz, al año siguiente te preguntarán por el pollo. Mándalos a plantar pollos y te mirarán raro.

No castrarás a todos los varones de tu castillo para preservar la virtud de tu esposa, pero pensarás en lo mucho que mejorará el coro de la iglesia.

Si tu mujer quemó vuestro cuadro de nupcias, tú no pondrás los camafeos de ella y de tus hijos entre las orejas de tu caballo.

Una mala cosecha de patatas no traerá más piernas de cordero a la fuente.

Consulta a los magos antes de la batalla, pero, sobre todo, cuenta a tus hombres.

Alá, en su sabiduría, hizo el barrizal y los carros. El hombre, en su sabiduría, los junta.

Darás uvas cuando te pidan vino y darás consejos financieros cuando te pidan dinero, pero ese día correrás más que otros.

Serás hospitalario con el viajero cansado, pero te rascarás la barbilla cuando se dirija al dormitorio de tu mujer.

Si tu mujer pronuncia en sueños el nombre de otro, perdónala. Si tu mujer pronuncia trescientos nombres distintos en la misma noche, deja las cruzadas.

Alá es grande y cuidará del buen creyente y de sus bienes. Con todo, ata tu camello.