jueves, 5 de junio de 2014

ENTREVISTA CON EL VAMPIRO


Lacayuno y pomposo, un maniquí recuperado de los almacenes de la dictadura, Jesús Posada adimistra las pastillas de la residencia de jubilados gigolós que llaman Congreso y muestra su lengua con restos de culo de rey ante cualquier periodista que le pregunte por la forma de estado que prefiere. Como el albacea de un vampiro ausente (Franco), supervisa su legado, fiscaliza cualquier estaca que puedan traer los nietos de los jubilados los días de visita, esos inconscientes, y está muy pendiente de que aparezcan camisetas o pechos escritos por el castillo para ordenar inmediatamente que los reduzcan, y no a un Arial 8, sino a las bravas. Hijo del régimen, con el eco paterno de gobernadores civiles en la posguerra, a Jesús Posada la democracia le suena a algarada, a desorden, a estacas voladoras, por eso es el dueño de los botones del sonido, la tercera autoridad del país. El rey, el presidente del gobierno, y luego él, el de la Entrevista con el Vampiro, a todas horas. Por sus comisuras y por el peinado, que eso no es pelo, es una fotografía Kirlian. Sólo cuando se echa una siesta en su ataúd adosado del Valle de los Caídos lo sustituye una demócrata de carne y hueso, la de los gritos a Manolo, su esclavo, su chófer, Celia Villalobos. Con todas las estampitas que vengo sacando en este blog, y que todavía los frikis seamos nosotros...