jueves, 6 de junio de 2013

LA LEYENDA DE ELPIDIO JOSÉ


El niño Elpidio José juega con las tuercas fértiles de su mecano y construye Gotham debajo de su cama. Elpidio José sueña con Batman, con su capa, con su oído de murciélago. Elpidio José le espanta las moscas a una cabra muerta en Granada y llora. Elpidio José veranea raro, tiene siestas verticales frente al mar, emperadores que vienen transparentes a soplarle en el flequillo lacio. Elpidio José murmura versos que sólo él conoce, memoriza amaneceres, piedras, deletrea gorriones, sentencia palacios, merodea el tiempo kilómetros de años por delante y sube escaleras que nadie ve. Elpidio José se traga una noche la linterna de un ladrón y por la mañana derrite con los ojos la manteca colorada de su pan. Elpidio José besa a su madre, abraza a su padre y se marcha. Elpidio José aprende de la cal de las paredes, de la tierra de las macetas, del aire de los abanicos. Elpidio José lee en los ojos de los escarabajos y pasa el examen de todas las sombras.  Elpidio José salta. Elpidio José ríe. Elpidio José baila. Elpidio José habla con Dios de música, de Italia, de Lora del Río, de San Roque. Elpidio José juega a que es feliz y a que hace felices a los demás con su título de Elpidio José. A Elpidio José le dicen que es un incapaz, pero Elpidio José sabe que es muy capaz. A Elpidio José le llaman extravagante, pero a Elpidio José no le parece ningún insulto. Elpidio José tira de la puntita del hilo que aún conserva debajo de su cama de niño y lee correos electrónicos secretos. Elpidio José ya tiene su capa de Batman y con sus ojos de linterna y su oído de murciélago ha descubierto a uno de los malos. Elpidio José vuela por encima de todos los mediocres y de todos los pusilánimes y de todos los esclavos y de todos los sicarios y de todos los cómplices, y mete en la cárcel a un banquero malvado. En Granada todos sabían de lo que era capaz el niño loco Elpidio José. Y los más viejos se acuerdan. Y los más jóvenes se admiran. Y en algunas noches claras de San Roque, por el verano, dicen que todavía puede verse una de las escaleras invisibles de Elpidio José, cresteando las olas de la playa y ascendiendo en saltos de delfín hasta la Estrella Polar, la luz que tira del carro donde va presa una osa mayor, estúpida... y verde.